Sacerdote capuchino Doctor de la Iglesia
Martirologio Romano: San Lorenzo de Brindisi, presbítero y doctor de la Iglesia, de
la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, predicador incansable por varias
naciones de Europa, que de caracter sencillo y humilde, cumplió fielmente todas
las misiones que se le encomendaron, como la defensa de la Iglesia ante los turcos
que intentaban dominar Europa, la reconciliación de príncipes enfrentados y el
gobierno de su Orden religiosa. Murió en Lisboa, en Portugal, el veintidós de julio
de 1619.
Etimolgía: Lorenzo = laurel, de la lengua latina.
Cesar de Rossi nació en Brindis, ciudad del reino de Nápoles, en 1559. Pertenecía a
una familia veneciana de cierto renombre. A los seis años ya asombraba a todos por
la facilidad de aprender de memoria páginas enteras, que declamaba en público.
Primero se educó en el convento de los franciscanos de su ciudad natal y, después,
bajo la dirección de un tío suyo en el colegio de San Marcos de Venecia. Hizo rápidos
progresos, tanto desde el punto de vista intelectual como espiritual y a los dieciséis
años ingresó en el convento de los capuchinos de Verona. Cuando pidió ser admitido,
el superior le advirtió que le iba a ser muy difícil soportar aquella vida tan dura y tan
austera. El joven le preguntó: "Padre, ¿en mi celda habrá un crucifijo?." "Sí, lo habrá",
respondió el superior. "Pues eso me basta. Al mirar a Cristo Crucificado tendré
fuerzas para sufrir por amor a El, cualquier padecimiento". Con el hábito religioso
recibió el nombre de Lorenzo.
Durante sus estudios de filosofía y teología en la Universidad de Padua, se distinguió
por su extraordinario dominio de lenguas: aprendió el griego, el hebreo, el alemán,
el bohemio, el francés, el español y llegó a conocer muy a fondo el texto de la Biblia.
Por su gran don de prédica, siendo diácono, le fue encomendado el predicar los 40
días de Cuaresma en la Catedral de Venecia por dos años consecutivos. La gente
vibraba de emoción al oír sus sermones, y muchas eran las conversiones.
Después de su ordenación sacerdotal, predicó con gran fruto en Padua, Verona, Vicenza
y otras ciudades del norte de Italia. En 1596, pasó a Roma a ejercer el cargo de definidor
de su orden, y el Papa Clemente VIII le pidió que trabajase especialmente por la conversión
de los judíos. Tuvo en ello gran éxito, ya que a su erudición y santidad de vida unía un
profundo conocimiento del hebreo.
Un sacerdote le preguntó: "Frai Lorenzo, ¿a qué se debe su facilidad para predicar?
¿A su formidable memoria?" Y él respondió: "En buena parte se debe a mi buena
memoria. En otra buena parte a que dedico muchas horas a prepararme. Pero la
causa principal es que encomiendo mucho a Dios mis predicaciones, y cuando
empiezo a predicar se me olvida todo el plan que tenía y empiezo a hablar como si
estuviera leyendo en un libro misterioso venido del cielo".
Dormía sobre tablas. Se levantaba por la noche a rezar salmos. Ayunaba con frecuencia
comiendo casi siempre pan y verduras. Huía de recibir honores, y se esforzaba por
mantenerse siempre alegre y de buen humor con todos.
Cuando Lorenzo era vicario general, el emperador Rodolfo II le envió en misión diplomática
a conseguir la ayuda de los príncipes alemanes contra los turcos, cuya amenaza se cernía
sobre toda Hungría. El santo tuvo éxito en su misión y fue nombrado capellán general del
ejército que se había formado gracias a sus esfuerzos. En algunas ocasiones, San Lorenzo
fue prácticamente general en jefe del ejército; por ejemplo, antes de la batalla de
Szekes-Fehervar, en 1601, los generales le consultaron, el santo les aconsejó que
atacasen, arengó personalmente a las tropas y partió al frente de las fuerzas de ataque,
sin más armas que un crucifijo. La aplastante derrota que sufrieron los turcos fue atribuida
por todos a San Lorenzo. Se cuenta que, al volver de la campaña, se detuvo en el convento
de Gorizia, donde el Señor se le apareció en el coro y le dio la comunión por su propia mano.
Los príncipes y gobernantes, por muy irreligiosos que sean, suelen apreciar los servicios de
los hombres verdaderamente santos. Los principales señores de Nápoles acudían a San
Lorenzo para presentarle sus quejas por la tiranía del virrey español, duque de Osuna y le
pedían que fuese a la corte del rey Felipe para evitar que el pueblo se levantase en armas.
El santo no era aún muy viejo, pero estaba enfermo y achacoso. Cuando llegó a Madrid,
supo que el rey no estaba en la ciudad, sino en Lisboa. Así pues, prosiguió su camino a
Portugal, en pleno calor del estío. Usó de toda su elocuencia y su poder de persuasión y
logró que el monarca prometiese relevar del cargo de virrey al duque de Osuna.
San Lorenzo regresó entonces a su convento y ahí falleció el día de su cumpleaños, 22
de julio de 1619. Cumplía 60 años. Fue sepultado en el cementerio de las Clarisas Pobres
de Villafranca.
Lo canonizó León XIII en 1881. Juan XXIII lo declaró Doctor de la Iglesia en 1959, con
el título de Doctor Evangélico, por lo elevado de su inspiración evangélica.
Iconografía: con hábito, un libro, la hostia alusiva a su veneración a la Eucaristía
y la imagen de María Santísima, por la especial devoción que le manifestó.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario